
"¡Oh, quien tuviera una voz como el trueno, y una lengua para atenazar la garganta de la guerra! Cuando los sentidos se tambalean y el alma es conducida a la locura…¿Quién puede resistir? Cuando las almas de los oprimidos luchan en el agitado aire enrarecido…¿Quién puede resistir? Cuando el torbellino de la furia procede del Trono de Dios, cuando es el ceño de Su Rostro el que lanza las naciones unas contra otras…¿Quién puede resistir? Cuando Pecado estrella sus inmensas alas sobre la batalla, y navega con regocijo sobre esa marea de Muerte, cuando las almas son arrastradas al fuego eterno, y los demonios del Infierno se deleitan sobre la matanza…Oh, ¿Quién puede resitir? ¿Quién, quién es el culpable? ¿Quién puede responder ante el Trono de Dios? ¡Los Reyes y los Nobles de la Tierra lo han hecho! ¡No les escucucheis, Cielos, tus sacerdotes lo han hecho!" WILLIAM BLAKE, "Prólogo al Rey Eduardo IV",1783.
¿Que representa realmente este poema? ¿Un campo de batalla, o el Infierno en la tierra? Bajo la atenta mirada de William Blake ( poeta, pintor y místico de finales del XVIII- XIX), la guerra se ha transformado en una visión dantesca, apocalíptica, sobrenatural, donde miles de seres humanos son arrastrados por fuerzas superiores hacia un vórtice de muerte y de violencia. El mensaje del poeta, claro como un mazazo, clama al Cielo contra la sinrazón de la guerra, y culpa a los "agentes de Dios" ( reyes, nobles y obispos) de arrastrar a los pueblos a la mutua destrucción. Y es que son los estamentos superiores de clero y nobleza, cuyo poder procede tradicionalmente de la voluntad divina, los culpables a los que Blake dirige su dedo acusador: "Thy Ministers have done it". La obra de Blake, tanto literaria como gráfica, está basada en una serie de visiones fantásticas de fuerza arrolladora; quizás por ese motivo el texto se yergue como uno de los más estremecedores alegatos anti-belicistas de la Historia ("¡Oh quien tuviera una voz como el trueno, y una lengua para atenazar la garganta de la guerra!"). El sentimiento de horror que nos describe es totalmente atemporal: puede responder a una batalla en la antigua tierra de Grecia, a la masacre de una carga de caballería pesada en la Edad Media, o al atronador sonido de la artillería en las trincheras de la II Guerra Mundial. La agonía y la muerte son siempre las mismas.
Sin embargo, podemos ubicar este episodio bélico del poema en un contexto histórico más concreto: la Guerra de las Dos Rosas, un conficto que marcó Inglaterra a fuego durante la Baja Edad Media. El interés de Blake por la historia y la leyenda británica medieval le vino de joven: cuando sólo era un mero aprendiz de pintor, el muchacho recorrió Londres cuaderno en mano, esbozando miles de copias de las iglesias góticas que encontraba a su paso, y solazándose especialmente con los grabados de las tumbas de la realeza. Esta afición, que acabaría por convertirse en un fuerte leif-motiv del Romanticismo, desembocó en una de sus primeras obras, "Poetical Sketches" (1783), de la cual Loreena McKennitt extrae el fragmento "Prólogo al Rey Eduardo IV", rebautizándolo con el melancólico título de "Lullaby" (Nana). Los primeros acordes de la canción, acompañados por la melodía de una antigua canción de cuna, se ven poco a poco silenciados por el clamor de una tormenta que se aproxima.
Sin embargo, podemos ubicar este episodio bélico del poema en un contexto histórico más concreto: la Guerra de las Dos Rosas, un conficto que marcó Inglaterra a fuego durante la Baja Edad Media. El interés de Blake por la historia y la leyenda británica medieval le vino de joven: cuando sólo era un mero aprendiz de pintor, el muchacho recorrió Londres cuaderno en mano, esbozando miles de copias de las iglesias góticas que encontraba a su paso, y solazándose especialmente con los grabados de las tumbas de la realeza. Esta afición, que acabaría por convertirse en un fuerte leif-motiv del Romanticismo, desembocó en una de sus primeras obras, "Poetical Sketches" (1783), de la cual Loreena McKennitt extrae el fragmento "Prólogo al Rey Eduardo IV", rebautizándolo con el melancólico título de "Lullaby" (Nana). Los primeros acordes de la canción, acompañados por la melodía de una antigua canción de cuna, se ven poco a poco silenciados por el clamor de una tormenta que se aproxima.
No lo escribí yo, pero me pareció un artículo fascinante, considerando que el "Prólogo al Rey Eduardo IV" es uno de mis poemas favoritos. Un grande, William Blake...