miércoles, 19 de enero de 2011

Los Dos Amantes...

El rey ordenó a su visir que cada noche le llevara una virgen y cuando la noche había transcurrido mandaba que la matasen. Así estuvo haciendo durante tres años y en la ciudad no había ya ninguna doncella que pudiera servir para los asaltos de este cabalgador. Pero el visir tenía una hija de gran hermosura llamada Scheherazade... y era muy elocuente y daba gusto oírla...
-"Las mil y una noches"
Te quitabas la faja de la cintura, te arrancabas las sandalias, tirabas a un rincón tu amplia falda, de algodón, me parece, y te soltabas el nudo que te retenía el pelo en una cola. Tenías la piel erizada y te reías. Estábamos tan próximos que no podíamos vernos, ambos absortos en ese rito urgente, envueltos en el calor y el olor que hacíamos juntos. Me abría paso por tus caminos, mis manos en tu cintura encabritada y las tuyas impacientes. Te deslizabas, me recorrías, me trepabas, me envolvías con tus piernas invencibles, me decías mil veces ven con los labios sobre los míos. En el instante final teníamos un atisbo de completa soledad, cada uno perdido en su quemante abismo, pero pronto resucitábamos desde el otro lado del fuego para descubrirnos abrazados en el desorden de los almohadones, bajo el mosquitero blanco.Yo te apartaba el cabello para mirarte a los ojos. A veces te sentabas a mi lado, con las piernas recogidas y tu chal de seda sobre un hombro, en el silencio de la noche que apenas comenzaba. Así te recuerdo, en calma.
Tú piensas en palabras, para ti el lenguaje es un hilo inagotable que tejes como si la vida se hiciera al contarla. Yo pienso en imágenes congeladas en una fotografía. Sin embargo, ésta no está impresa en una placa, parece dibujada a plumilla, es un recuerdo minucioso y perfecto, de volúmenes suaves y colores cálidos, renacentista, como una intención captada sobre un papel granulado o una tela. Es un momento profético, es toda nuestra existencia, todo lo vivido y lo por vivir, todas las épocas simultáneas, sin principio ni fin. Desde cierta distancia yo miro ese dibujo, donde también estoy yo. Soy espectador y protagonista. Estoy en la penumbra, velado por la bruma de un cortinaje traslúcido. Sé que soy yo, pero yo soy también este que observa desde afuera. Conozco lo que siente el hombre pintado sobre esa cama revuelta, en una habitación de vigas oscuras y techos de catedral, donde la escena aparece como el fragmento de una ceremonia antigua. Estoy allí contigo y también aquí, solo, en otro tiempo de la conciencia. En el cuadro la pareja descansa después de hacer el amor, la piel de ambos brilla húmeda. El hombre tiene los ojos cerrados, una mano sobre su pecho y la otra sobre el muslo de ella, en íntima complicidad. Para mí esa visión es recurrente e inmutable, nada cambia, siempre es la misma sonrisa plácida del hombre, la misma languidez de la mujer, los mismos pliegues de las sábanas y rincones sombríos del cuarto, siempre la luz de la lámpara roza los senos y los pómulos de ella en el mismo ángulo y siempre el chal de seda y los cabellos oscuros caen con igual delicadeza.
Cada vez que pienso en ti, así te veo, así nos veo, detenidos para siempre en ese lienzo, invulnerables al deterioro de la mala memoria. Puedo recrearme largamente en esa escena, hasta sentir que entro en el espacio del cuadro y ya no soy el que observa, sino el hombre que yace junto a esa mujer. Entonces se rompe la simétrica quietud de la pintura y escucho nuestras voces muy cercanas.
-Cuéntame un cuento -te digo.
-¿Cómo lo quieres?
-Cuéntame un cuento que no le hayas contado a nadie.
ROLF CARLÉ
Isabel Allende, "Cuentos de Eva Luna"

jueves, 13 de enero de 2011

El Hombre y La Luna...

Se mueve lentamente tu vestido con sus ondas sinuosas
Y el tiempo parece detenerse con violencia en tu horizonte apagado
Las mil y una lunas que convertiste en esclavas de tu porte ciegan tu piel
Tus manos y sus líneas cuál un sorpresivo suspiro de viento turbado
Tu boca entreabierta es una flor de lirio, tu lengua sabor a miel
Son el punto de locura donde trastabilla ciegamente mi ser

Baila tu aroma en las esencias imperceptibles de la tierra
Sueñan tus pies la caricia suave y atrevida de la hierba
Y yo te deseo como jamás te ha deseado ni te desea un hombre
Seguiré tus pasos hasta perderme infinitamente en la negra noche
Para internarme en el laberinto de tu lecho y la duda de tu cuerpo
Para consumirme finalmente en el peligro de tu pecho y de tu mortal beso

Yo cortaré tus cadenas y destrozaré todas tus temerosas jaulas
Yo atravesaré tus recintos entrecortados y tus callejones sin salida
Y llegaré hasta ti y me darás, cayendo entre mis brazos, la llave de tu alma
Y serás la calandria atrapada que levantará vuelo por la mar adormecida
Seré el halcón que te cazará más allá de los bosques y montañas embravecidas
Nos fusionaremos en una tormenta de almenas y fogatas furiosas
Un sol en medio del crepúsculo, una lluvia en medio del desierto
Y será nuestro espejismo real, nuestro aljibe repleto, nuestro oasis incierto

Danzarás esta velada para mí, los volados de tu pollera roja me cautivarán
Seré el roble más alto y fuerte, para que puedas mantenerte siempre en pie
Seré tu juez y tu mendigo, tu verdugo y tu salvador, todo lo que desees tendrás
Te daré mi universo repleto de estrellas, te bordaré un río de constelaciones
Para que puedas adornar tu almohada y quizá tu abrigo con ellas decores
Nunca te faltará techo, tendrás abrigo, seré el agua que acaricié tu sien
Porque no sabes como tu sensualidad me enloquece, ingenua mujer

Porque cuando avanzas como volando sobre las cumbres del cerro
No puedo más que admirar la plenitud de tu insuperable belleza
Y soñándote a cada suspiro voy errando sobre mis pasos cansados
Hasta el día en que te encuentre para por fin obtener el objetivo deseado
Porque lo único que quiero en esta vida, mi bien, es decirte que te amo
Quiero apoderarme de ti todas nuestras noches, que seas solamente mía
Mi pecho será el hogar más cálido donde alguna vez te halles protegida
Nada podrá separarnos, ni siquiera la mano desgarradora de la muerte
No me evadas, golondrina emigrante e insegura, acepta hoy tu suerte

El amor que te ofrezco renace eternamente como el suave cerezo en flor
Más fuerte que la canción del río y que la riña de las piedras, sin comparación
Así que ya no huyas más, no corras, que te cansas y la vida se nos va
Muere en mis brazos, sucumbe ante esta deleitante sensación del final
Deshazte en la plenitud del abrazo, hazte polvo de plata y álzate con el viento
Déjate guiar por este jinete osado que te desafía y te incita a este apacible reto
Seremos libres, correremos la tierra y conoceremos el universo sin límites
Solo debes tomar mi mano, hermosa niña mía, y cerrar tus grandes ojos
Solo debes entregarte al llamado de la noche y dejarla entrar en tu corazón roto

Porque vida mía, no puedo resistir a la tentación que nace de mi deseo
Porque mi niña, no puedo más que admirar este valioso tesoro que poseo
La sensación inexplicable e inolvidable que pocos conocen pero todos tenemos
Ese sentimiento que a veces se confunde con amor y otras veces con el dios Eros
Mi miel, pasión de mi ser, finges ignorarlo pero sabes bien a lo que me refiero
Lo has sentido tantas veces que apenas puedes contener tu garganta en celo
De describir, de probar, de sentir, de disfrutar, de existir en ese dulce concepto
Porque es sentirnos vivos, mi amor, lo que olvidamos y buscamos sin consuelo
Porque es sentirnos vivos, mi sol, la única manera que tenemos de alcanzar el cielo

domingo, 9 de enero de 2011

La Niña Del Estanque...

Hoy ciega mi ser
Tu sombra inconclusa
Dulce Nostalgia

Río que fluye
La calma inquietante
Surgen las almas

El eco calla
El té sin su perfume
Ya no estarás

El tiempo pasa
Las grietas sobre mi piel
Entre espadas

Sueño profundo
Mundo de laberintos
Tras cada puerta

No te encuentro
Espera irrevocable
De la corriente

Es arrastrada
La falsa telaraña
Sigo mi suerte

Por la ventana
Las luces titilantes
Llaman a casa

Lejos en el sol
El loto escarlata
Nace ante ti
Fuegos mortales
Salpican tu conciencia
Asesinato

El cielo llora
Limpia mi desaliento
Fin del deshonor

Puñal alegre
Acaricia mi pecho
Es un amante

En la cascada
Me pierdo en la quietud
Dormida estoy

Ajeno dolor
Lo veo en la barca
El reencuentro

Ya no hay fragor
De la cruenta batalla
Solo su risa

En la lapida
Permanece el nombre
Del samurai

En el estanque
Descansa el recuerdo
De su fiel geisha

Conjunto de haikus inspirado en "Nocturnos de la Ventana" de Federico García Lorca...