domingo, 26 de diciembre de 2010

El Final Del Juego...

Al final del camino, donde encuentras las cenizas, donde los árboles se marchitan como reflejos inescrutables del lamento de la infinita brisa, la llamarada arderá una vez más y surgirá para levantarse de nuevo el ave inmortal...
La mujer de ojos negros y mirada perdida en quién sabe que sinuosos y sombríos desfiladeros del tiempo y el espacio me tendió el mazo una vez más. Miré sus manos arrugadas y a la vez bellas en su apariencia senil, y no pude más que maravillarme de la hermosura y sugestión que subyace en la fealdad. Todo en ella era un velo atrayente y sensual de misterio: su larga cabellera morena cayéndole desordenada en los huesudos hombros, su mirada aparentemente distraída pero que a la vez no podía dejar de exhibir casi con presunción un atisbo de profunda e insospechada inteligencia, su pañoleta fusionada en un remolino de violeta, rojo vino, negro y azul, sus manos agrietadas por las arenas del tiempo, pero aún así delicadas como el marfil más puro, sus labios carnosos fruncidos ante mí, aguardando con impaciencia que tomara finalmente las cartas que ella sostenía en su mano con premura.
No sabía realmente qué tretas imprevisibles de la vida, ni qué dictamen de la rueda de la fortuna me habían traído hasta allí, ni por qué ahora me sometía a tal mera superstición, pero lo cierto es que algo dentro de mí me aferraba a esa experiencia como aquel hombre atrapado en la baraja era sostenido bamboleándose en el aire por aquellas impiadosas cuerdas.
-Ahora elija su última carta, por favor -señaló impasible la mujer.
Su mirada dirigida hacia mí me atrajo pero a la vez me estremeció. Esas pupilas que contemplaban con altivez aquello que es invisible para otras, aquello que nosotros, los seres ordinarios, no comprendemos, porque jamás lograremos acceder ni siquiera a dar el primer paso del camino de lo desconocido. Supe entonces que esa última elección marcaría mi existencia para siempre, que el peso y la responsabilidad de esa decisión caerían implacables sobre mí. No importaba que fuese un escéptico, ni que probablemente acabaría riéndome, incrédulo y hasta un poco incómodo, de aquella vivencia. No podía escapar. La última carta era la del destino.
Vacilé por un largo tiempo antes de escoger, mezclando el mazo con lentitud y nerviosismo, sin saber por cuál optar, si elegir aleatoriamente o escoger alguna que el vestigio de algún instinto oportuno o rastro de racionalidad me indicasen. Pronto, de la nada, tomé la primera que sentí rozando entre mis dedos, como si alguien me gritase que era el momento adecuado para llevar a cabo mi elección.
No pude ver cuál había escogido. La mujer no me dejó contemplarla. Me la pidió con un simple gesto de su mano y como yo no tenía intenciones de cuestionarla, se la alcancé, dubitativo. Al verla, ella frunció el entrecejo: parecía muy concentrada en su interpretación. Finalmente sus cejas volvieron a su sitio habitual en lugar de encontrarse arqueadas y con un suspiro imperceptible me la mostró. Un leve temblor sacudió mi espalda, como un escalofrío atravesando mi espina dorsal.
Era la muerte.
En seguida, vino a mi cabeza la imagen de un mal augurio, las proyecciones preliminares y uniformes de mi mente de repente cobraron materia, corporizándose en lo que yo podía imaginarme como un futuro oscuro e incierto. La muerte nunca podía representar nada bueno, ni siquiera en el tarot. Y estaba ahogándome en las aguas de la preocupación de mis propias conjeturas cuando la adivina me interrumpió.
-Sé lo que está pensando, pero no es lo que cree, no siempre los significados son lo que parecen. Si me deja, procederé a explicarle.
Guardé silencio, y con un gesto de la cabeza, asentí.
-La muerte no simboliza simplemente el fenómeno físico de perecer. Ese sería un nivel de interpretación muy superficial y vano, si lo pone a mi criterio. La muerte en el tarot representa mucho más que eso. Significa la importancia del cambio, la necesidad de aceptar el fin de una etapa para dar a luz a otra, estando dispuesto a dejar atrás y sacrificar absolutamente todo lo obtenido en ella, para así pasar al próximo escalón del aprendizaje, es decir, del camino a la iluminación. Es el morir por el bien del nacimiento, la decadencia de la oruga para que surja la mariposa. Es el balance que requiere del final para el nuevo comienzo, las cenizas que son esenciales para poder encender una nueva llama, el invierno sin el cual no existe el esperado regreso del verano. Es la destrucción de todo pasado para poder llevar a cabo desde cero la creación del futuro. La idea de la muerte está ligada a la de resurrección, pues siempre ocurre en un plano, terminando un ciclo y dando lugar a uno nuevo en otro nivel. Porque, en verdad, todo es un gran ciclo, nada deja de existir, todo continúa, se transforma, y la muerte es la liberación suprema. En los misterios de la muerte están ocultos los de la inmortalidad.
-Ya veo, eso quiere decir que la muerte no siempre tiene un significado negativo -observé.
-No mientras no venga acompañada de arcanos que demuestren lo contrario. Una vez que aceptes deshacerte de la máscara que has construido toda tu vida y abras tu mente a la intriga que la muerte te depara, desprendiéndote de todo lo anterior a pesar del dolor que esto pueda conllevar, entonces solo así alcanzarás la eternidad. Recibe a la muerte con los brazos abiertos, dejando ir todos tus recuerdos y posesiones, déjala entrar en ti, sin miedo a perderte. Acéptala completamente y ella te corresponderá de la misma forma. Sólo tienes que eliminar ese temor infundado que todos tienen, y serás libre. Olvídate de él, sólo es una trampa del ego. El ego teme perder su identidad, quiere ser inmortal y es por ello que detesta tanto a la muerte, porque ella representa el momento en que desaparecerá. Mas el ego lo único que hace es aprisionar, y si lo escuchas demasiado es posible que la experiencia del sueño eterno te parezca la más perturbadora de todas, además de que su mera idea te impedirá aprovechar cada día de tu vida, siempre tratando de conservarte y de reservar tus energías por temor a perderlas. Y entonces, nunca disfrutarás el sabor tan peculiar de la vida, su ambigua amargura y dulzura, y la muerte finalmente te llegará sin haber aprendido nada y sin nada por conocer. No, no hagas nada de eso, nada que te lleve por el camino de la infelicidad. Así que abre tus ojos y acepta el cambio, la transformación que te espera en tu propia realidad. Acéptalo, la muerte es tu destino.
Una vez que la adivina concluyó con su explicación, me sentí aliviado. Los falsos fantasmas que jugaban con los espejismos de mi propio miedo finalmente se desvanecieron. Y supe en ese momento que el bien y el mal no existen. Que Dios y el Demonio no son más que burdas creaciones residentes en el inconsciente de todo ser humano. Pues aquello que es oscuro, que es siniestro, el mal como entidad solo descansa apaciblemente en el espíritu, generado por las voces engañosas de la ignorancia, la duda y el temor. Justamente como mi temor irracional hacia un arcano, que más allá de presagiar infortunios para su invocador, portaba la oscuridad concebida por la misma carencia de conocimiento sobre ella. Y esas sombras, afortunadamente, se habían desvanecido para mí ante la luz del conocimiento. No, definitivamente, no. No existe el bien, ni el mal. Sólo nosotros. Sólo nosotros y nuestros actos, que pueden ser perjudiciales para unos, pero beneficiosos para otros. Todo es relativo. El hombre es el santo más puro y todos los demonios a la vez. Es necesario que la bondad y la maldad coexistan luchando entre sí para que el mundo pueda mantenerse en equilibrio, y ese campo de batalla no es más ni menos que el mismo ser humano.
Finalizada mi sesión de tirada de cartas, la mujer me acompañó hasta la salida, deseándome buena suerte en mi camino, mientras el humo y vahos de sahumerios y perfumes provenientes de la carpa se mezclaban serenamente con la bruma y las tinieblas del Inframundo.
A lo lejos, perdido en la distancia, pude oír el llanto de un recién nacido.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Reflections...

Just as if god was looking through the mirror glass
Reality is a fiction, a cheap copy of fantasy and dreams
God’s judging us in every reflection of our faces
What’s true and what’s a lie? What ethereal and what consistent?
Are we real? Or are we merely poor proyections of someone else’s mind?
If a lie is an ilusion we invent, coming from our own imagination
An imagination so infinite that can concieve universe itself
That means a lie is totally perfect and pure, while truth is not
So could it be possible that lies were actually the truth and truth only lies?
What’s behind the mask? What’s behind the mirror?
Who knows…
Only fate will tell…